martes, 27 de enero de 2009

El tobogán atrapador



RESULTA QUE el Tío Chiflete las llevó a las nenas a la plaza y se puso a jugar con ellas. Primero fueron al sube y baja, y las sentó a las nenas en un asiento y se subió él en el otro. Pero no podían subir y bajar, porque el Tío estaba un poco gordo y el sube y baja no se movía. Después fueron al arenero, pero una nena se puso a llorar porque el tío se había sentado arriba de su castillo y lo había aplastado todo. Después se subió a una hamaca, pero las nenas no lo podían hamacar, porque era una hamaca para nenes y no para gente grande.

Entonces fueron al tobogán. Y el tío se subió y se iba a largar, pero resulta que se quedó atrapado en la parte más alta. El tobogán era demasia­do angosto, y el tío demasiado ancho. No se podía mover ni para atrás, ni para adelante, ni para los costados. Enseguida la escalera del tobogán se llenó de nenes que no se podían largar porque el tío tapaba la bajada. Franca trató de ayudarlo pero no pudo porque había que hacer mucha fuerza. El Tío gritaba como loco:

- ¡Sáquenme de aquí!

Al escuchar sus gritos vinieron la mamá Peta y el Vecino Inventor. Al vecino se le ocurrió pasar una soga por arriba de una rama, atar un extremo de una soga al pantalón del tío, y entre todos tirar del otro.

Empezaron a hacer fuerza todos a la vez hasta que... ¡Zas!. La soga se aflojó de golpe y todos se cayeron sentados en la arena. Y de la soga colgaba algo... ¿el tío? No. El pantalón del tío. ¿Y el tío? El tío quedó en calzoncillos, tan atrapado como antes arriba del tobogán. Para colmo llevaba unos calzoncillos largos color verde loro, con grandes lunares naranjas, amarillos y rosas.

Al tío le dio mucha vergüenza y pidió por favor que inventaran otra cosa para sacarlo de allí.

Un señor dijo que podían conseguir unas palomas, y atarles con piolín una patita a un ojal del chaleco del tío. Cuando las palomas levantaran vuelo, iban a sacar al tío del tobogán.

Como idea estaba muy buena, pero sucedió que las palomas no tenían demasiada fuerza y no pudieron sacar al tío del tobogán. Hubo que desatar los piolines y limpiar al tío con un pañuelo, porque había quedado todo sucio de caca de paloma.

Entonces Lara, que estaba comiendo un pan con manteca, lo empezó a fregar contra el tobogán. Al ver eso, la mamá se dio cuenta que era una buena idea: enmantecar bien al tobogán y al tío, para que se deslizara. Una vecina trajo varios panes de manteca y lo repartió entre todos los que estaban mirando. Allí nomás se dedicaron a dejar todo bien enmantecado, hasta que... ¡listo!. Un empujoncito y el tío bajo rápidamente por el tobogán, cayendo encima de toda la gente. Quedaron enmantecados y enarenados, pero felices.

El tío prometió que nunca más se iba a subir al tobogán, y que iba a hacer régimen para adelgazar: verduritas y yogur descremado. Y sobre todo, nada de manteca.



Fuentes:www.netic.com.ar/cuentif/

foto: http://img6.travelblog.org/Photos/48240/279269/t/2350456-Pedazo-de-tobogan-0.jpg

domingo, 25 de enero de 2009


El aro perdido

extraído de http://netic.com.ar/cuentinf/fotos/arito.jpg



RESULTA QUE Franca vio unos pajaritos que revoloteaban por el patio, y le preguntó a la mamá: ¿qué están haciendo esos pajaritos?

- Están buscando comida - respondió la mamá.

- ¿y qué comen?

- Semillas, migas de pan, bichitos, esas cosas.

- Ah. ¿y galletitas?

- También, si las cortás bien chiquitas.

Entonces la mamá le mostró como poner un plato con migas para los pajaritos. Al principio les daba miedo la gente, pero después de unos días se fueron acostumbrando a venir todas las mañanas a comer.

Un día, a Lara se le salió un aro, y todos lo buscaron por la casa y no lo encontraron. Hasta que una mañana, Franca vio donde estaba el aro:

- ¡Ahí está! En el plato de los pajaritos.

- Andá a buscarlo - dijo la mamá.

- No puedo mamá - dijo Franca.

- ¿Porqué?

- Porque en el plato hay un pajarito, y tiene el aro en el pico.

La mamá trató de recuperar el aro, pero el pajarito, que era una urraca, se lo llevó a una rama bien alta.

Se armó un lío bárbaro, porque los aros eran un regalo de la abuela, y les había costado trabajo que Lara se acostumbrara a usarlos.

Para variar, el Tío Chiflete tuvo una idea:

- Ya sé lo que voy a hacer. Me voy a disfrazar de pajarita, con un aro en una oreja. Entonces el pajarito va a decir: "¡A esa linda pajarita le falta un aro!". Y me va a regalar el aro que falta.

Se puso ropa toda negra, y desplumó un plumero viejo que había en la casa. Después se pegó las plumas con engrudo en toda la ropa, se puso un embudo en la boca, a manera de pico, y al final, el aro.

Con su disfraz de pajarito, el Tío dió unas vueltas por el patio diciendo: "Pío pío pío pío"

La mamá se rió al ver al disfrazado y dijo:

- Sos un pajarito un poco gordo. Más bien parecés un pavo.

- Vos no entendés nada de pajaritos.

- Además, acá no te ve nadie. Mejor andá a la vereda.

El Tío salió a la vereda, y se puso a caminar dando saltitos con los dos pies juntos, y a decir "Pío pío".

Los vecinos lo miraban y no entendían nada. Algunos se reían, y una señora un poco corta de vista le tiró a los pies como un kilo de pan duro.

El Vecino Inventor se asomó por la ventana y le preguntó qué pasaba. El Tío le explicó, y el Inventor dijo:

- Yo tengo una idea mejor. Hay que fabricar una oreja gigante, que se vea desde bien lejos, y ponerla en la puerta de calle. Cuando el pajarito la vea, va a pensar: "Qué linda oreja. Lástima que no tiene aro", y entonces va a colocar el aro en ella.

El Inventor se puso a trabajar, y a la tarde tuvo lista la enorme oreja de plástico color piel, y la colgó con una cadena de un clavo en la puerta de calle.

Los demás vecinos seguían sin entender nada. Una vecina muy chismosa, cada vez que pasaba por la puerta de la casa le decía algo en secreto a la oreja gigante. Un abuelo aburrido había puesto una silla al lado de la oreja, y le daba charla.

Para la mañana siguiente, en la oreja se había juntado un poco de tierra, pero no había aparecido ningún aro.

Entonces la mamá tuvo una idea:

- Vamos a poner unos botones en un platito, para ver adónde se los lleva la urraca. De ese modo vamos a descubrir su nido. Mientras tanto, el Tío se va a sacar ese disfraz de pajarón y el Inventor va a descolgar esa orejota de mi puerta.

Hicieron como ella dijo, y... ¡así fue!. El pajarito empezó a llevarse los botones, que le gustaban porque eran brillantes y hacían ruidito.

Entonces el Inventor, con un telescopio que había fabricado, miró al pajarito a ver a donde iba. Pasó un buen rato mirándolo mientras volaba, se posaba en distintos lugares, o se alisaba las plumas. Hasta que al final, ¡descubrió el nido!. Estaba en un árbol en el patio del Sr. Enojoni.

El Sr. Enojoni no quiso saber nada con dejar pasar a su patio al Inventor. Fue la mamá con las nenas a pedirle por favor, pero tampoco. Por último se incorporó al grupo el Tío Chiflete, que iba terminándose de peinar y arreglar la ropa. Cuando lo vió, el Sr. Enojoni le preguntó:

- ¿Ud. es el que estaba hace un rato disfrazado de pajarito?

- Sí.

- Jua jua jua. - se rió el Sr. Enojoni. Y de tanto que se rió, se le fue el enojo. Y no tuvo más remedio que dejarlos poner la escalera para subir al árbol.

Arriba del árbol estaba el nido. Y en el nido, el aro y los botones. Todos se pusieron muy contentos.

Pero a Franca le preocupaba saber para qué el pajarito quería el aro y los botones. Entonces la mamá le explicó:

- Algunos pajaritos se llevan cosas para hacer un nido, que es su casita.

- ¿y el pajarito se quedó sin casita?

- No te preocupes - dijo la mamá. Vamos a poner un poco de algodón y unas maderitas, y vas a ver como el pajarito se los viene a llevar para hacer un nido más lindo y caliente.

Y así fue. Desde la terraza, con el telescopio del inventor, Franca podía ver el nido del pajarito, con el algodón y las maderitas dentro. Y en la primavera, aparecieron dos lindos pajaritos.